¿Revolución o euforia? La inteligencia artificial frente al espejo de las punto com.

¿Revolución o euforia? La inteligencia artificial frente al espejo de las punto com

La inteligencia artificial está en el centro del discurso económico global. En los últimos meses hemos observado cómo las acciones de empresas vinculadas a la IA registraron subidas sostenidas en bolsa, generando un entusiasmo generalizado en los mercados.

Algunos inversores consideran que se trata de una transformación tecnológica sin precedentes: Tempus AI, Upstart, Duolingo o Bussu, Adobe Firefly o Microsoft Copilot ya las incorporan a su desarrollo de negocio. Otros, sin embargo, recuerdan los excesos vividos durante la burbuja “puntocom” del año 2000 (y posteriores caídas). La gran duda es: ¿estamos ante una verdadera revolución digital o ante un proceso especulativo con riesgo de corrección?

Tabla de contenidos:

  1. Crisis del año 2000: el estallido de la burbuja puntocom
  2. La IA y los mercados: un fenómeno en expansión
  3. Inteligencia artificial aplicada: industrias que ya la usan para crear valor
  4. Entonces, ¿podemos hablar de burbuja?
  5. ¿Qué estrategia pueden seguir los inversores?
  6. Conclusión

Crisis del año 2000: el estallido de la burbuja puntocom

Si nos remontamos a finales de los años noventa, Internet era percibido como el futuro. El entusiasmo en torno a su potencial llevó a una fiebre inversora sin precedentes: las compañías tecnológicas multiplicaban su valoración en bolsa sin presentar ingresos significativos.

Cualquier empresa con el sufijo “.com” atraía capital de forma inmediata. Se invertía más en expectativas que en modelos de negocio sostenibles. La expectativa de que cualquier empresa digital sería rentable a largo plazo generó una espiral especulativa difícil de sostener…

La corrección llegó en el año 2000. Cuando el índice Nasdaq perdió más del 70 % de su valor, en apenas dos años.

Numerosas empresas desaparecieron y muchas otras —incluidas algunas de las más prometedoras— perdieron gran parte de su valor.

Ejemplos fueron Pets.com, una tienda online de productos para mascotas que se hizo pública sin ser rentable y quebró en menos de un año, o Webvan, un pionero en entregas de supermercado a domicilio que llegó a valer más de 1.000 millones de dólares antes de colapsar. Incluso empresas con futuro, como Amazon, llegaron a perder más del 90 % de su valor durante la corrección.

¿Podría ser que algo similar esté pasando ahora con la AI?

La IA y los mercados: un fenómeno en expansión

Desde finales de 2022, la inteligencia artificial se ha convertido en un eje central de la conversación económica y financiera. Empresas relacionadas directamente con su desarrollo han mostrado un crecimiento acelerado.

NVIDIA lidera esta nueva etapa. Sus unidades de procesamiento gráfico son fundamentales para el desarrollo de modelos de IA. Su capitalización bursátil se ha multiplicado por más de diez. Aunque no hay que olvidar que también tuvo un traspiés en julio de 2024, cuando sus acciones cayeron más de un 5 % en una sola jornada tras el lanzamiento de Deepseek AI.

AMD sigue una trayectoria similar. Y a su alrededor, muchas empresas emergentes ofrecen soluciones basadas en IA para sectores como salud, finanzas o educación. El discurso predominante es claro: la inteligencia artificial transformará numerosos sectores. No obstante, ¿el mercado se podría estar anticipando más de lo razonable? Veamos ejemplos actuales.

Inteligencia artificial, ¿revolución o euforia?

Inteligencia artificial aplicada: industrias que ya la usan para crear valor

Son múltiples las compañías que ya desarrollan y adaptan a su actividad económica entorno a la inteligencia artificial.

  • En el ámbito de la salud, por ejemplo, compañías como Tempus AI, que salió a bolsa en 2024, “prometen” revolucionar la medicina personalizada mediante modelos predictivos para diagnósticos y tratamientos.
  • En el sector financiero, firmas como Upstart utilizan algoritmos de IA para evaluar riesgos crediticios de forma “más eficiente” que los métodos tradicionales.
  • Si hablamos de educación, plataformas como Bussu o Duolingo han integrado IA generativa para ofrecer experiencias de aprendizaje en idiomas más personalizadas.
  • En productividad empresarial, productos como Microsoft Copilot ya están siendo integrados en el paquete Office, con expectativas de generar ingresos adicionales multimillonarios.

Este clima de optimismo también se refleja en los mercados financieros, donde muchas de estas compañías han experimentado notables subidas bursátiles.

Entonces, ¿podemos hablar de burbuja?

Una señal clásica de burbuja es la desconexión entre expectativas y resultados. En varios casos, las valoraciones actuales ya suponen un escenario futuro sin fallos.

NVIDIA ilustra esta dinámica. A pesar del crecimiento de sus beneficios, su cotización ha avanzado aún más rápido, lo que plantea interrogantes.

Asimismo, muchas compañías de menor tamaño con ingresos limitados se presentan como actores en inteligencia artificial para atraer capital. Este patrón recuerda al año 2000.

También se observa un aumento del interés mediático, un fuerte flujo de capital hacia fondos temáticos y un elevado temor a quedar fuera del movimiento.

A diferencia de la burbuja puntocom, en la actualidad existen productos consolidados. ChatGPT, Copilot o Midjourney tienen uso real y creciente.

Además, empresas como Microsoft, Apple o Google están invirtiendo activamente en IA con fines estratégicos y no puramente especulativos.

El reto será diferenciar entre compañías con fundamentos sólidos y aquellas que utilizan la IA como argumento comercial.

¿Qué estrategia pueden seguir los inversores?

No se trata de evitar toda exposición a la inteligencia artificial, sino de analizar cuidadosamente la solidez de cada proyecto.

Empresas como NVIDIA o AMD presentan modelos rentables, aunque sus valoraciones deben ser examinadas con atención.

En cambio, numerosas pequeñas compañías suben en bolsa únicamente por asociarse a la inteligencia artificial, sin aportar desarrollos reales. Este grupo implica mayor riesgo.

Conviene recordar que incluso si una burbuja estalla, las empresas con fundamentos suelen resistir. Como comentamos antes, Amazon perdió un 90 % en 2000, pero hoy es una de las mayores cotizadas del mundo.

La inteligencia artificial no es una moda, sino una innovación con efectos estructurales. Sin embargo, ello no justifica cualquier nivel de valoración. Se observan signos evidentes de euforia. No tan extremos como en el año 2000, pero lo suficientemente relevantes como para actuar con cautela.

El desafío para el inversor será identificar qué compañías están generando valor sostenible y cuáles solo ofrecen expectativas infladas.

En este contexto, invertir con criterio, análisis y diversificación puede reducir riesgos y mejorar resultados tanto en el presente como en el futuro. Además, ante la posibilidad de correcciones en el sector tecnológico, las estrategias de cobertura mediante derivados pueden ser una herramienta útil. Por ejemplo, cubrirse con opciones sobre el índice Nasdaq 100 permite gestionar la exposición al riesgo de forma más flexible.

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